
La ola de inseguridad sigue arrasando con los clubes de barrio en La Plata, mientras el gobierno provincial de Axel Kicillof y el municipal de Julio Alak miran para otro lado. En las últimas semanas, dos instituciones deportivas fueron víctimas de una seguidilla de robos que dejó a sus comunidades con bronca, impotencia y una sensación de abandono total. La Policía, ausente. El Estado, cómplice por inacción.
El primero de los casos ocurrió en Tolosa, donde el Club Comodoro Rivadavia, ubicado en 115 y 522, sufrió su tercer robo en lo que va del año. Los delincuentes ingresaron durante el fin de semana y se llevaron gaseosas, golosinas, pelotas, elementos de entrenamiento y hasta una pava eléctrica. Desde el club hicieron un desesperado pedido de colaboración a los vecinos para recuperar al menos parte de lo robado: quienes tengan información pueden comunicarse al 221 641-5232.
Pero este no fue un hecho aislado. En Villa Elvira, el Centro Recreativo Infantil Barrio Aeropuerto (CRIBA), situado en Avenida 1 entre 611 y 613 bis, fue saqueado tres veces en una sola semana. El primer ataque ocurrió en plena madrugada cuando, mientras los vecinos dormían, un delincuente se llevó al hombro el tanque de agua de los baños. Su cómplice, en simultáneo, desmanteló los reflectores de la cancha de fútbol.
Los hechos continuaron sin freno: días después, los ladrones regresaron para llevarse cables y más elementos deportivos de los chicos. “Barrio Aeropuerto está liberado”, denuncian con indignación los vecinos, que señalan la cercanía del destacamento policial como prueba de la desidia: “El destacamento está a una cuadra y pasan estas cosas”.
Mientras los clubes se caen a pedazos y los vecinos se organizan como pueden para frenar el avance del delito, ni Alak ni Kicillof dan la cara. En vez de garantizar seguridad, siguen subsidiando piqueteros, militantes y organizaciones que nada tienen que ver con el esfuerzo genuino de quienes sostienen estas instituciones a pulmón.
La Plata está abandonada. La Provincia está liberada. Y los que pagan los platos rotos son siempre los mismos: los vecinos de bien.