
La Plata amaneció colapsada. Miles de platenses se encontraron con un verdadero infierno vehicular en pleno centro de la ciudad, producto de los cortes por las obras en Plaza Italia y Plaza Rocha. El caos no es casualidad: responde a otra desastrosa decisión del intendente kirchnerista Julio Alak, que decidió avanzar con asfaltado sobre los históricos adoquines sin planificación ni criterio, paralizando las principales arterias de circulación en hora pico.
Desde el sábado, el municipio —avalado por una Justicia funcional al peronismo— comenzó a destruir parte del patrimonio histórico de la ciudad bajo el argumento de “mejorar la seguridad vial”, cuando en realidad lo que se vive es un verdadero desmadre en pleno corazón de La Plata. La avenida 7, columna vertebral del tránsito platense, quedó bloqueada desde Plaza Italia hasta Plaza Rocha con desvíos improvisados y embotellamientos que se extienden por más de seis cuadras.
La situación empeora con cada hora: autos detenidos, colectivos fuera de recorrido y peatones que deben esquivar vehículos en veredas colapsadas. El cronograma oficial habla de al menos dos semanas de obra, aunque en la ciudad nadie cree que se cumpla ese plazo. Ya es una constante: promesas incumplidas y obras eternas.
El intendente Alak, lejos de dar la cara, se esconde detrás de comunicados vagos mientras avanza con su plan de borrar la identidad arquitectónica de La Plata, arrasando con adoquines centenarios para taparlos con un pavimento de dudosa calidad. ¿A qué costo? A costa de los vecinos, de los trabajadores, de los estudiantes, de todos los que tienen que moverse a diario por el centro de una ciudad que hoy parece sitiada.
Mientras tanto, el kirchnerismo local festeja las “obras” en sus redes sociales como si estuvieran inaugurando una autopista. La realidad es muy distinta: La Plata arde en bocinazos, insultos y desesperación.
Julio Alak, el mismo que ya tuvo una gestión municipal para el olvido hace décadas, vuelve a demostrar que no está a la altura de gobernar una ciudad moderna. El pasado no miente, y el presente se lo cobra: el intendente del caos volvió para repetir su historia de fracasos.