
Bajo un férreo hermetismo, el gobernador Axel Kicillof, el hijo de la presa por corrupción, Máximo Kirchner, y Sergio Massa, el peor ministro de Economía de la historia argentina —responsable de dejar a 6 de cada 10 chicos en la pobreza— encabezaron una cumbre peronista en la Gobernación de La Plata. El objetivo: evitar el avance de la motosierra libertaria en territorio bonaerense.
El encuentro, realizado el domingo por la noche, duró más de dos horas y reunió también al presidente de la Cámara de Diputados bonaerense, Alexis Guerrera, junto a una docena de intendentes del conurbano. Todos ellos debatieron cómo salvar lo poco que les queda de poder ante el inevitable avance de La Libertad Avanza, de cara a las elecciones provinciales del 7 de septiembre.
La consigna que repitieron como mantra fue clara: “Evitar que ingrese la motosierra a la Provincia”. En otras palabras, mantener los privilegios de una casta que viene vaciando el Estado bonaerense desde hace décadas.
Fuentes del peronismo revelaron que la propia Cristina Fernández —la condenada por corrupción— fue clave para forzar esta reunión. Máximo Kirchner, visiblemente incómodo ante la posibilidad de reemplazar a su madre en el escenario político, buscó acordar sin ceder protagonismo. Mientras tanto, Massa intenta reciclar su figura tras fracasar estrepitosamente en las elecciones presidenciales y dejar una inflación de tres dígitos.
La idea del tren fantasma es presentar los “candidatos más competitivos” en cada sección electoral para no perder el control de la Legislatura, algo que hoy pende de un hilo. Se avecina una “unidad forzada”, presionada por los cierres de alianzas del 9 de julio y de listas el 19.
Con el tiempo en contra y el rechazo creciente de la ciudadanía, el kirchnerismo bonaerense intenta reagruparse en medio del pánico: saben que el cambio ya está en marcha y que la motosierra se siente cada vez más cerca.