
La militancia kirchnerista ha cruzado una nueva línea. En las últimas horas, un video viral expuso una escena lamentable ocurrida frente al Congreso durante la ya ritualizada “marcha de los miércoles”, donde una mujer le pidió a su hija con discapacidad: “Ponete a llorar”, intentando utilizarla como herramienta de propaganda contra el gobierno de Javier Milei. La menor, lejos de prestarse al show, se rió, dejando en evidencia el grotesco intento de manipulación.
Este hecho no es aislado. El kirchnerismo ha convertido a los sectores más vulnerables en rehenes de su discurso político. En las últimas semanas, se ha visto cómo utilizan a jubilados, estudiantes, pacientes y hasta al Hospital Garrahan para montar campañas de presión emocional, con el único objetivo de frenar las reformas que buscan poner orden en las cuentas públicas tras décadas de despilfarro.
La maniobra en redes fue clara: presentar una supuesta “insensibilidad” del gobierno mientras exigen aumentos sin respaldo presupuestario, que solo reinstalarían el descalabro económico heredado. El kirchnerismo no ofrece soluciones, solo llanto, pancartas y chantaje afectivo.
Una oposición sin escrúpulos
Mientras el Gobierno Nacional trabaja para sanear el Estado, bajar la inflación y cortar los privilegios de la casta, la oposición pone en escena a jubilados movilizados por punteros, estudiantes adoctrinados, pacientes usados como bandera política y ahora también a menores discapacitados. La utilización del dolor y la necesidad para hacer campaña partidaria se ha transformado en el modus operandi del aparato militante.
Ni los hospitales se salvan: el Garrahan, una institución médica que debería estar fuera de la disputa, ha sido tomado por sindicalistas y militantes para presionar al Ejecutivo con medidas de fuerza, poniendo en riesgo la atención de niños en situación crítica. Lo mismo ocurre con escuelas tomadas, marchas estudiantiles fogoneadas desde gremios docentes, y jubilados usados como escudo humano en protestas