
Una sorprendente y dramática noticia sacude la escena internacional: la isla africana de Annobón, en el Golfo de Guinea, pidió formalmente ser anexada por la República Argentina. Sí, leyó bien. Cansados del hambre, la represión y el abandono, los habitantes de esta remota isla decidieron dar un paso tan inédito como desesperado: pedirle al gobierno argentino que los adopte como un estado asociado.
La solicitud fue presentada en Buenos Aires por el primer ministro de Annobón, Orlando Cartagena Lagar, quien denunció ante la prensa internacional una grave crisis humanitaria bajo el yugo de la dictadura de Guinea Ecuatorial. “Nos están matando lentamente”, dijo con crudeza, y rogó por la intervención de la Argentina frente a la indiferencia global.
La isla, de apenas 17 kilómetros cuadrados, se encuentra sumida en el colapso. No tienen agua potable, luz eléctrica ni servicios médicos. A eso se suma una sistemática represión del régimen dictatorial de Teodoro Obiang, el tirano que gobierna Guinea Ecuatorial desde hace más de cuatro décadas con puño de hierro.
Pero el pedido no fue solo humanitario. Cartagena Lagar apeló a una supuesta conexión histórica, asegurando que Annobón alguna vez formó parte del Virreinato del Río de la Plata antes de ser cedida por España. Aunque el argumento es cuestionado por los historiadores, el gesto despertó atención: la isla no solo sufre, sino que también ofrece una posición geoestratégica clave.
Ubicada en una ruta marítima vital y rica en recursos pesqueros y minerales, Annobón podría convertirse en una base logística argentina en África. Con presencia ya en América del Sur y la Antártida, el país pasaría a operar también en un tercer continente. Algo impensado hasta hace pocos días.
Desde Casa Rosada guardaron silencio, pero se sabe que la nota formal fue elevada al Congreso, donde comisiones parlamentarias comenzaron a analizarla. Por ahora no hubo una negativa rotunda, y eso ya es mucho.
La posibilidad de que Argentina acepte esta anexión no solo abriría un nuevo capítulo en política exterior, sino que también pondría a prueba su voluntad de ejercer un verdadero liderazgo internacional. ¿Se animará Javier Milei a dar este paso histórico y consolidar su política exterior disruptiva con una jugada que pondría a la Argentina en el centro del mapa global?