
La bomba del gasto público explotó en la Provincia de Buenos Aires. Luego de años de administración delirante, con un Estado sobredimensionado, clientelismo descontrolado y prioridades que rozan el absurdo, el gobierno de Axel Kicillof admitió lo que era evidente: no hay plata ni para pagar los sueldos. La situación es tan crítica que el gobernador tuvo que salir a pedirle a la Legislatura que lo autorice a endeudarse por más de mil millones de dólares para seguir sosteniendo su estructura ineficiente y para intentar tapar los agujeros fiscales que dejó su propia gestión.
Mientras tanto, decenas de municipios están al borde del colapso, con intendentes reconociendo que no pueden garantizar el pago del aguinaldo y algunos ya recortando salarios y congelando sueldos políticos. Pero desde el gobierno provincial el relato no cambia: le echan la culpa a Javier Milei, como si los años de despilfarro kirchnerista no tuvieran nada que ver con esta debacle.
El ministro de Gobierno, Carlos Bianco, reconoció públicamente que hay intendentes que ya hablan de pagos en cuotas, reducción de haberes y una situación directamente insostenible. Pero, lejos de hacer autocrítica por la cantidad de cargos políticos, los sueldos privilegiados, los contratos innecesarios y la falta total de austeridad, apuntan contra el ajuste nacional. El Estado que ellos mismos inflaron ahora no se puede sostener sin seguir metiendo la mano en el bolsillo del contribuyente o endeudando a las futuras generaciones.
A todo esto se suma que la Provincia ni siquiera tiene presupuesto aprobado, y los ingresos por coparticipación se desplomaron. En lugar de recortar privilegios, ajustar la política o achicar el Estado, el kirchnerismo pide más deuda y propone “suspender deudas municipales”, como si la plata no valiera nada.
Los ejemplos de la crisis municipal se repiten: en Villa Gesell, el intendente peronista Gustavo Barrera declaró la emergencia económica. En Saavedra, el jefe comunal Matías Nebot bajó sueldos un 13% y propuso extender el recorte al resto del personal. En Guaminí, José Nobre Ferreira congeló salarios políticos, recortó horas extra y suspendió subsidios. El problema de fondo es el mismo en todos lados: un Estado elefantiásico, ineficiente, lleno de militantes cobrando sueldos que paga el vecino que trabaja de sol a sol.
La situación que atraviesa la Provincia no es producto de Milei, ni de un ajuste, ni del clima: es el resultado directo del modelo Kicillof, el mismo que defendieron durante años con discursos llenos de ideología pero vacíos de gestión. Hoy, cuando se les pide responsabilidad fiscal, lloran porque no pueden seguir gastando sin límites. Pero ya no hay más margen: el modelo kirchnerista fundió la Provincia y dejó a miles de bonaerenses con un futuro hipotecado.