
Lo maniataron con una toalla y lo obligaron a entregar todos sus ahorros. La inseguridad en la ciudad, cada vez más descontrolada bajo la mirada cómplice del kirchnerismo provincial.
La inseguridad no da tregua en la provincia de Buenos Aires y esta vez la víctima fue un jubilado de 80 años, que vivió una pesadilla dentro de su propia casa en La Plata. Todo ocurrió en la madrugada del domingo, cuando un grupo de delincuentes ingresó a su vivienda, ubicada en calle 70 entre 23 y 24, a pocos metros del Parque Castelli.
El hombre se encontraba mirando televisión cuando fue sorprendido por al menos tres criminales encapuchados que irrumpieron en el lugar con total impunidad. Según su testimonio, lo amenazaron a viva voz: “A vos te entregaron, decinos dónde tenés los dólares. Te venimos rastreando hace tiempo. No queremos ser violentos”. Sin embargo, lo que siguió fue un episodio de extrema violencia que deja en evidencia el nivel de indefensión que padecen los vecinos platenses.
Los ladrones le colocaron un toallón en la cabeza y lo obligaron a tirarse al piso, completamente indefenso. Durante varios minutos lo mantuvieron amenazado mientras revolvían toda la casa en busca de dinero. Finalmente, se llevaron todos los ahorros que el abuelo tenía guardados, y huyeron sin dejar rastros.
El caso es investigado por la Policía Bonaerense, que ahora intenta identificar a los delincuentes a través de las cámaras de seguridad de la zona. Pero la pregunta que se hacen los vecinos es la misma de siempre: ¿dónde está el Estado?
Este violento episodio es uno más en la larga lista de hechos de inseguridad que golpean a La Plata, una ciudad abandonada por la gestión kirchnerista de Julio Alak y por la inacción de Axel Kicillof, quien sigue ignorando la creciente ola delictiva en todo el conurbano bonaerense. Mientras los jubilados son víctimas de bandas organizadas, el gobernador está más ocupado en blindar a la condenada Cristina Kirchner que en garantizar la seguridad de los ciudadanos.
La gente ya no se siente segura ni en sus propias casas. Y mientras el Estado brilla por su ausencia, los delincuentes avanzan con total libertad.