
Este jueves, cientos de alumnos de escuelas públicas y de la Universidad Nacional de La Plata se quedaron nuevamente sin clases por culpa de un nuevo paro encabezado por los auxiliares escolares de ATE, con el aval tácito de los gremios docentes y el apoyo de la militancia universitaria. La medida volvió a exponer la falta de compromiso del sindicalismo estatal con la educación pública y dejó a miles de chicos sin el derecho básico a estudiar, todo en nombre de consignas políticas contra el Gobierno nacional.
La protesta fue motorizada por trabajadores auxiliares —quienes cumplen tareas de limpieza y mantenimiento en las escuelas— y se acopló a la serie de paros que vienen impulsando gremios como FEB y SUTEBA, todos alineados con la vieja estructura kirchnerista que se resiste a los cambios que impulsa Javier Milei.
El martes, la FEB —el único gremio docente que rechazó la última oferta salarial del gobierno bonaerense de Axel Kicillof— ya había paralizado la actividad. Y este jueves repitieron el combo: escuelas cerradas, clases suspendidas y padres desorientados por decisiones gremiales tomadas sin consultar a nadie. SUTEBA, por su parte, también interrumpió sus actividades para marchar a Capital Federal en una nueva movilización contra el Gobierno nacional, sin importar el daño que eso implica para los chicos de la Provincia.
Las consignas de ATE no dejan lugar a dudas sobre el trasfondo ideológico de la medida: “Por la devolución de los recursos que Milei nos robó a los bonaerenses”, “en defensa del IPS” y “por salarios dignos”. Lejos de una protesta legítima por condiciones laborales, la movilización fue una excusa más para confrontar con el Gobierno nacional y embarrar la cancha en medio del ajuste que busca ordenar las cuentas de un Estado quebrado por décadas de populismo.
El conflicto también afectó a la UNLP, donde el gremio docente ADULP y el no docente ATULP decretaron un cese de actividades para este jueves y viernes, paralizando facultades y colegios dependientes de la universidad. Fuentes académicas confirmaron que “no va a haber quién abra la puerta a primera hora de la mañana en la mayoría de las facultades”, lo que refleja el grado de desidia sindical.
Mientras tanto, Kicillof y los gremios siguen usando la educación como rehén de su disputa política. La verdadera víctima, como siempre, es el alumno bonaerense, rehén de un sistema público secuestrado por burócratas sindicales y un gobierno provincial incapaz de garantizar el derecho a aprender.