
La ciudad de La Plata vive una verdadera pesadilla diaria en manos de los trapitos, una actividad ilegal que lejos de desaparecer, se multiplica con impunidad en pleno centro, a la vista de todos y sin que las autoridades hagan nada. El epicentro de esta mafia de cuidacoches es la zona de Plaza San Martín, donde los automovilistas que se atreven a estacionar se enfrentan a exigencias, amenazas y extorsión encubierta.
Lo que comenzó como una supuesta “ayuda” para cuidar los autos hoy se transformó en una práctica mafiosa: los trapitos ya no piden “una colaboración voluntaria”. Ahora exigen plata, muchas veces cifras absurdas, y lo hacen con tono agresivo, en especial los más jóvenes, que llegan a amedrentar a los conductores con actitudes violentas. Los vecinos denuncian que quien se niega a pagar corre el riesgo de encontrar su auto rayado, con los espejos rotos o directamente sufrir un acto de vandalismo. Es decir, una mafia con tarifa propia.
Todo esto ocurre mientras la Municipalidad, a cargo del kirchnerista Julio Alak, mira para otro lado. Aunque desde el año 2000 la actividad está expresamente prohibida por la Ordenanza N° 9.127, y aunque el Código de Convivencia Urbana aprobado en 2021 refuerza esa prohibición, la normativa no se cumple. ¿Dónde está el intendente? ¿Dónde están las fuerzas de seguridad que deberían cuidar al ciudadano honesto y no proteger a estos delincuentes?
Los platenses están hartos. Padres que llevan a sus hijos al colegio, trabajadores que apenas llegan a fin de mes, personas mayores que deben hacer trámites: todos son rehenes de estos personajes que con total impunidad se adueñaron del espacio público. La Plata se convirtió en tierra de nadie. El centro parece más una zona liberada que una capital provincial.
Mientras Julio Alak se pasea por los medios hablando de “seguridad ciudadana”, la realidad es que en su gestión los trapitos avanzaron como nunca antes, y la calle se volvió un campo minado para el vecino común. Si el Estado no actúa, los ciudadanos quedarán cada vez más a merced de estas mafias callejeras que operan como si fueran dueños de la ciudad.