
La inseguridad en La Plata se volvió insostenible y ya no distingue ni horarios ni edades. En plena madrugada, una jubilada de 75 años fue brutalmente golpeada, arrastrada de los pelos y amenazada de muerte por delincuentes que irrumpieron en su vivienda ubicada en Camino Belgrano entre 517 y 518. Un nuevo hecho de extrema violencia en una ciudad que el kirchnerismo convirtió en tierra de nadie.
Según se conoció, la víctima dormía cuando los ladrones rompieron una de las ventanas para ingresar. Al escuchar el estruendo, la mujer reaccionó como pudo, gritó que ya había llamado a la Policía e intentó pedir auxilio con su celular. Pero todo fue inútil. Los delincuentes no solo no huyeron, sino que la interceptaron, la tiraron al piso, le pusieron una rodilla en la espalda y comenzaron a golpearla brutalmente mientras exigían que entregara dinero.
“¡Dame la plata, dame la plata!”, gritaban los criminales mientras la mujer, completamente indefensa, era arrastrada por el suelo de su casa tomada por el terror. La golpearon en la cara, la sujetaron del cuello, la amenazaron de muerte y, al no encontrar grandes sumas de dinero, se llevaron su celular y algunos objetos de valor. Todo, en cuestión de minutos. Todo, bajo la sombra de una gestión municipal ausente.
La jubilada quedó malherida, con golpes y lesiones visibles, pero afortunadamente su vida no corre riesgo. Sin embargo, el daño físico y psicológico ya está hecho. Una vez más, los platenses ven cómo la inseguridad crece sin control, mientras Julio Alak, intendente kirchnerista de la ciudad, sigue más preocupado por su agenda política que por cuidar a los vecinos.
Los robos en La Plata se multiplican, la violencia escala y el miedo ya es parte del día a día. En lo que va del año, los episodios de este tipo se cuentan por decenas. ¿Hasta cuándo van a seguir mirando para otro lado? ¿Cuántas víctimas más necesita el kirchnerismo para hacerse cargo del desastre que generaron?
La denuncia fue radicada, pero la impunidad se siente en el aire. Una jubilada arrastrada por el piso, en su propia casa, mientras dormía. La Plata arde y el silencio del poder es ensordecedor.