
En un acto de pura supervivencia política, Axel Kicillof, Sergio Massa y Máximo Kirchner sellaron este miércoles una alianza a contrarreloj para tratar de salvar lo que queda del peronismo bonaerense en la provincia de Buenos Aires. Bajo el nombre pomposo de “Fuerza Patria”, este frente no es más que una mera ingeniería electoral, un acuerdo de cúpulas sin ninguna propuesta real ni voluntad de cambio, que pretende maquillar la profunda crisis interna y el rechazo popular que arrastran hace años.
Con reuniones secretas y negociaciones a puertas cerradas, estos tres dirigentes se juntaron en La Plata para repartir cargos y cargos, lejos de pensar en las verdaderas necesidades de la gente. La nueva coalición es un rejunte de resabios del PJ, el massismo y el kirchnerismo, con sellos minoritarios que sólo sirven para cubrir formalidades legales, pero sin ninguna agenda programática clara ni solución a los problemas reales de los bonaerenses.
El reglamento interno, que sigue bajo siete llaves, revela las tensiones más que ocultas entre las facciones que conforman este frente. Mientras Kicillof pretende tener la última palabra para designar candidatos, otros sectores exigen repartir los puestos en una mesa chica dominada por los mismos de siempre. La flamante Junta Electoral, integrada por personajes del riñón de cada sector, será la encargada de dirimir las peleas internas que ya se anuncian como feroces.
Esta alianza improvisada, más parecida a un tren fantasma del pasado que a una opción seria para gobernar, muestra a un peronismo que se niega a renovarse y que se aferra al poder como sea, aún a costa de la transparencia y la coherencia política. La “Fuerza Patria” no es una coalición que represente una unidad verdadera, sino una cortina de humo para intentar detener la sangría electoral y mantener el control territorial a cualquier precio.
La gran paradoja es que mientras estos dinosaurios se pelean por los cargos y definen candidatos en reuniones cerradas, los bonaerenses siguen esperando soluciones concretas a la inseguridad, la inflación y el deterioro social que ellos mismos fomentaron durante décadas. El único futuro que ofrece esta alianza es más de lo mismo: clientelismo, negociados y una política alejada de la gente.
El kirchnerismo y sus socios no esconden sus viejas prácticas: apelan a la emergencia para blindarse, disfrazan su falta de proyecto con un nombre grandilocuente y se preparan para otro capítulo de disputas internas que sólo prolongarán la decadencia política en la provincia más importante del país. La derrota parece cada vez más inevitable, y este armado de emergencia sólo acelerará el fin de un ciclo que la sociedad ya no quiere sostener.