
En medio de la crisis económica y con los gremios reclamando mejoras salariales y denunciando la falta de insumos, sale a la luz un nuevo escándalo en el Hospital Garrahan, el principal centro pediátrico del país: durante los últimos años, bajo gestión kirchnerista, se malgastaron millones en estructuras ideológicas que nada tienen que ver con la salud infantil.
Mientras cientos de chicos esperan atención médica de calidad, el Garrahan funcionaba como una usina de militancia de género financiada por el Estado. Se crearon comités insólitos como el de “Asistencia de Género y Diversidad” y el de “Desarrollo Sexual Diferente”, integrados por personal médico y no médico, cuyo único objetivo era imponer la agenda ideológica del kirchnerismo dentro del hospital.
En lugar de destinar los fondos a mejorar la atención o comprar insumos básicos, se usaron recursos públicos para organizar eventos simbólicos, como la inauguración de murales “contra la violencia de género” o la instalación de un “banco rojo” en el patio central. ¿Qué tiene que ver eso con curar a los chicos?
El entonces presidente del Consejo de Administración, Guillermo González Prieto, incluso impulsó la creación de una “Unidad de Género”, celebrando con orgullo estas iniciativas completamente ajenas al objetivo sanitario del hospital.
Pero el caso más grave es el del comité especializado en “transición de identidad de género”, que se dedica a acompañar a niños y adolescentes en supuestos cambios hormonales y quirúrgicos, financiado también con plata del Estado. Este grupo, sin ningún respaldo médico concreto, promueve la mutilación infantil bajo la excusa de la “diversidad”.
Por suerte, el Gobierno de Javier Milei comenzó a poner orden. En el marco de una necesaria racionalización del gasto, ya se eliminó el Comité de Género, evitando que se siga despilfarrando dinero en caprichos ideológicos.
La salud infantil no puede estar subordinada a la militancia política. El Hospital Garrahan tiene que volver a enfocarse en lo esencial: salvar vidas. No hay más lugar para estructuras ideológicas que solo sirven para adoctrinar mientras los chicos esperan una cama o una medicación.