
El paro general convocado por la CGT este jueves evidenció, una vez más, el desgaste y la pérdida de poder de la vieja estructura sindical peronista. En La Plata, la medida de fuerza tuvo una adhesión parcial y dispar, con una ciudad que funcionó casi con normalidad en la mayoría de sus sectores productivos y comerciales. La supuesta protesta “masiva” terminó siendo otro intento fallido de la mafia sindical para frenar el avance de las reformas libertarias del presidente Javier Milei.
Si bien en algunas escuelas públicas y organismos estatales se notó el ausentismo, el comercio, los servicios municipales y el transporte urbano operaron con absoluta normalidad. La Plata no se detuvo. A pesar del ruido mediático y las amenazas veladas de los gremios, los platenses decidieron trabajar, abrir sus negocios y seguir adelante, ignorando el llamado de una central obrera que hace décadas perdió el rumbo y solo defiende privilegios.
Los trenes, como el Roca, fueron uno de los pocos sectores realmente afectados por la adhesión de los sindicatos ferroviarios, al igual que hospitales públicos donde se mantuvieron las guardias mínimas. Los bancos también cerraron sus puertas, como parte de una maniobra corporativa más que una expresión real de lucha obrera. Pero en contraste, micros, taxis, bares, restoranes y el comercio de cercanía trabajaron sin sobresaltos. La ciudad vivió una jornada normal, sin caos ni piquetes.
En el plano municipal, el funcionamiento fue casi total. El estacionamiento medido estuvo operativo, los Centros de Atención Primaria de la Salud (CAPS) funcionaron, y SAME continuó brindando servicio. Incluso el Centro de Atención Municipal (CAM) siguió atendiendo al público, dejando en evidencia que el aparato sindical no logró paralizar ni la mínima estructura del Estado local.
Desde la CGT, el sindicalista Andrés Rodríguez intentó maquillar el fracaso con declaraciones altisonantes: habló de “ausentismo alto” y culpó al Gobierno por “profundizar políticas de ajuste”. Lo cierto es que, mientras Milei pone en marcha un plan de reformas para terminar con décadas de decadencia, la vieja guardia gremial sólo responde con paros vacíos de contenido y escasa convocatoria.
La amenaza de futuras medidas no hace más que confirmar el carácter extorsivo de un sindicalismo que se resiste a perder sus privilegios. La Argentina del esfuerzo y del trabajo ya no responde a los aprietes de las mafias sindicales. En La Plata quedó demostrado: el pueblo eligió avanzar.