
En una nueva muestra del absurdo y la improvisación kirchnerista en materia de seguridad, este jueves por la tarde se vivió un episodio tan tragicómico como preocupante en pleno centro de La Plata. Agentes municipales descendieron de uno de los mini patrulleros eléctricos conocidos como “Tito” para detener a un joven en Plaza San Martín, y en medio del apuro dejaron las llaves ¡adentro del vehículo! Resultado: quedaron afuera, bloqueados, como dos improvisados sin plan ni herramientas.
La escena, presenciada por decenas de vecinos, se convirtió rápidamente en motivo de burla e indignación. ¿Cómo puede ser que la seguridad de los platenses dependa de un autito eléctrico que ni siquiera permite reaccionar con eficiencia ante una detención? El “Tito”, ese invento supuestamente ecológico, no solo es lento, incómodo y carísimo, sino que ahora también es noticia por dejar en ridículo a los propios agentes que lo usan.
Este vehículo, producido en San Luis —casualmente otra provincia manejada por el peronismo— cuesta millones y ha sido ploteado con estética policial como si eso bastara para convertirlo en una herramienta seria para la seguridad. Pero la realidad es que se mueve a paso de hombre, con una velocidad máxima de apenas 65 km/h y una autonomía ridícula de 100 kilómetros. Ideal para una vuelta manzana, no para patrullar una ciudad.
Mientras los platenses sufren la inseguridad creciente, la gestión municipal bajo el kirchnerismo de Julio Alak prefiere gastar recursos en estas ocurrencias inútiles, en lugar de reforzar la policía, sumar patrulleros reales o invertir en tecnología de verdad. La seguridad no puede depender de un carrito que parece salido de una feria tecnológica.
El “Tito” no solo no disuade el delito, sino que interrumpe el tránsito, ocupa espacio en zonas céntricas y genera más complicaciones que soluciones. Lo que pasó en Plaza San Martín es solo una muestra de una política de seguridad improvisada, costosa y absolutamente desconectada de las necesidades reales de los vecinos.
Una vez más, la gestión K en La Plata demuestra que prefiere el marketing antes que la eficacia.