
La noche del lunes fue una verdadera muestra del hartazgo del hincha xeneize. Boca volvió a decepcionar y quedó eliminado del Torneo Apertura tras perder 1-0 frente a Independiente en una Bombonera repleta, que pasó del aliento al repudio generalizado en cuestión de minutos. Y como viene ocurriendo cada vez con mayor frecuencia, el blanco de las críticas no fueron solo los jugadores: la bronca fue directa y sin filtro contra Juan Román Riquelme, el presidente del club, cuya gestión comienza a ser vista como una extensión del mismo kirchnerismo que ya arruinó al país.
El estadio estalló en insultos contra la Comisión Directiva, encabezada por Riquelme, quien prometió un Boca competitivo, “europeo”, pero que hoy naufraga entre fracasos deportivos y decisiones dirigenciales tan improvisadas como ideologizadas. El mismo Riquelme que durante años fue vocero informal de Cristina Kirchner, y que hoy, con su entorno plagado de militantes K, sigue usando a Boca como trampolín político mientras el club agoniza futbolísticamente.
La derrota con Independiente fue el síntoma, pero la enfermedad es más profunda: un plantel armado con nombres que no están a la altura, sin jerarquía ni liderazgo, con un técnico interino como Mariano Herrón que solo intenta apagar incendios. Mientras tanto, los referentes como Cavani y Rojo siguen desaparecidos por lesiones o bajo rendimiento, y los únicos aplaudidos —Milton Giménez y Miguel Merentiel— no alcanzan para maquillar el papelón.
Pero lo más fuerte fue el mensaje que bajó desde las tribunas: “¡Que se vayan todos!” y “¡Riquelme, la p… que te parió!”, fueron algunos de los cantos que dominaron la noche. A esto se suma la tensión creciente por las internas políticas dentro del club, donde muchos ya señalan que el ex 10 está más enfocado en cuidar su círculo íntimo que en devolverle la gloria a Boca.
Riquelme, sin experiencia en gestión, sin formación dirigencial y con una soberbia cada vez más evidente, convirtió al club más popular del país en un campo de batalla ideológico. Como ya pasó con el país, el kirchnerismo disfrazado de fútbol está dejando ruinas donde antes había grandeza.
Los hinchas hablaron, y lo hicieron claro: el ciclo está agotado. Y si Boca quiere volver a ser Boca, deberá sacarse de encima a los incapaces y devolverle el club a los socios, no a los militantes.