
La hipocresía kirchnerista no tiene límites. Los mismos que en 2010 aplaudieron el veto de Cristina Kirchner al aumento de jubilaciones mínimas, hoy rasgan sus vestiduras porque Javier Milei tomó la misma decisión para defender el superávit fiscal y evitar la quiebra del Estado.
Hace casi 15 años, el 14 de octubre de 2010, la entonces presidente Cristina Kirchner vetó la ley que otorgaba el 82% móvil a las jubilaciones mínimas. Lo hizo sin sonrojarse, con la soberbia que la caracteriza, y sin que a nadie en el kirchnerismo se le moviera un pelo. “He vetado esta ley de quiebra”, decía mientras se jactaba de la medida y aseguraba que la norma era una “estafa para los jubilados”.
Ahora, el gobierno de Javier Milei enfrenta la misma situación. El Senado, controlado por el kirchnerismo y otros opositores, aprobó una ley que aumenta las jubilaciones sin indicar cómo financiarla. Milei ya avisó que la vetará, porque aprobarla sería dinamitar el superávit fiscal, un pilar fundamental para la recuperación económica. Sin embargo, esta vez el kirchnerismo brama, se indigna y denuncia un supuesto ajuste brutal contra los jubilados.
Lo que no dicen es que Cristina vetó el aumento porque necesitaba esos fondos para financiar la maquinaria electoral K. El actual veto de Milei, en cambio, tiene como único objetivo evitar que el Estado vuelva a la quiebra y que la inflación termine de destruir el poder adquisitivo de todos los argentinos, incluidos los jubilados.
Pero la historia K de manosear los haberes previsionales no empezó con Cristina: en 1992, Néstor Kirchner, como gobernador de Santa Cruz, decretó un recorte del 15% en salarios y jubilaciones provinciales. Por supuesto, de eso tampoco quieren hablar.
La doble moral kirchnerista queda al desnudo una vez más: si vetan ellos, es responsabilidad fiscal; si lo hace Milei, es insensibilidad. En el fondo, a los K no les importa el bolsillo de los jubilados, sino quién maneja la caja.