
El Cementerio de La Plata se ha convertido en tierra de nadie. A pesar de los anuncios rimbombantes del intendente kirchnerista Julio Alak y su secretario de Seguridad, Diego Pepe, sobre el refuerzo de vigilancia con 14 agentes, la realidad es que solo hay tres vigiladores y la inseguridad se desata sin freno en el histórico predio de 72 y 131.
Los vecinos están hartos. Las tumbas de sus seres queridos son saqueadas sin piedad: se roban floreros, placas de bronce, cruces, y hasta abren nichos durante la madrugada como si nadie estuviera mirando. Y efectivamente, nadie está mirando. La “seguridad” es una fantasía costosa: la Comuna destinó más de 1.800 millones de pesos a una licitación que terminó en manos de la cooperativa “El Custodio LTDA.”, y que hoy parece más interesada en cobrar que en custodiar.
Del total de agentes que debían custodiar el cementerio, no llegó ni un cuarto. Según denuncias de trabajadores del predio, apenas hay dos o tres “cooperativistas” en funciones. ¿Y los otros once? Nadie lo sabe. Lo que sí se sabe es que, si se calcula el presupuesto informado, cada supuesto agente costaría unos 12 millones de pesos por año. Es decir que habría más de 120 millones sin destino claro. Otra caja negra del alakismo que nadie controla.
Mientras tanto, los portones están cerrados por “seguridad”, y los vecinos deben caminar varias cuadras para ingresar. La desesperación es total: “Ver las tumbas destrozadas, los floreros arrancados, da tristeza y bronca. No hay respeto ni descanso para nuestros muertos”, denunció una vecina entre lágrimas.
Lo que debería ser un lugar de paz y memoria se transformó en un blanco fácil para los delincuentes, que saquean el cementerio como si fuera un depósito abandonado. Los floristas también sufren los ataques y muchos ya ni se animan a trabajar en la zona.
Con la excusa del “Estado presente”, el Municipio montó una estructura millonaria que, en la práctica, no cuida a nadie. Ni vivos ni muertos están a salvo bajo la gestión del kirchnerismo local. La plata se va, los robos se multiplican y la indignación crece. El cementerio de La Plata hoy es una postal perfecta del fracaso de Alak y sus cómplices.