
La mañana del martes arrancó con otro bochornoso episodio de la Argentina que queremos dejar atrás: un grupo de mafiosos sindicales volvió a secuestrar la Autopista Buenos Aires – La Plata con un corte que complica a miles de bonaerenses que intentan ir a trabajar o cumplir con sus actividades cotidianas. Como en los peores días del kirchnerismo, las organizaciones sociales aliadas a la vieja política se hicieron presentes en la bajada del acceso, generando caos, bronca y atraso.
La Corriente Clasista y Combativa, brazo operativo de la mafia sindical, convocó a esta “Jornada nacional de lucha” para exigir aumentos y mantener programas sociales que solo fomentan la dependencia y la vagancia. Todo esto a costa de perjudicar a los bonaerenses que sí quieren laburar y progresar, quienes fueron secuestrados en sus autos y atrapados en kilométricas filas, víctimas de esta violencia política que sólo trae atraso y pobreza.
Es la postal que el kirchnerismo se empeña en repetir: la misma lógica clientelar y mafiosa que condenó a la Argentina a décadas de estancamiento, y que Axel Kicillof, Julio Alak y compañía se esfuerzan en mantener vivo. En vez de generar empleo y oportunidades reales, prefieren seguir fomentando estos paros y cortes que sólo dejan a los ciudadanos comunes como rehenes.
La Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y sus socios sociales denuncian persecución del Gobierno Nacional, pero lo único que persiguen es mantener su negocio político a costa del país. Esta manifestación no es más que el último destello del pasado kirchnerista que todos queremos enterrar de una vez por todas.
Mientras tanto, los bonaerenses honestos siguen pagando el precio: horas perdidas, frustración y un sistema que no avanza porque el sindicalismo mafioso no quiere soltar el poder que les garantiza vivir a costa del esfuerzo ajeno. La protesta terminó, pero la bronca de los que trabajan, no.