
La Organización de las Naciones Unidas atraviesa una crisis financiera histórica que podría obligarla a cerrar áreas clave en cuestión de meses. Atrapada en su propia burocracia, con gasto descontrolado y sin resultados concretos, el organismo anunció recortes drásticos para evitar el colapso.
Según The Economist, la ONU acumula un déficit de caja que podría alcanzar los 1.100 millones de dólares a fin de año, con más de 6.000 puestos en riesgo y múltiples servicios comprometidos. El año pasado ya cerró con números en rojo, registrando un déficit de 200 millones de dólares. Este año, el panorama es directamente catastrófico.
La causa principal es simple: los países no quieren seguir financiando un organismo que fracasó en su objetivo principal: garantizar la paz mundial. En 2024, solo el 15% del presupuesto previsto fue aportado en enero. La mayoría de los fondos llegó con meses de demora, y unos 760 millones de dólares directamente no se pagaron, incluyendo cuotas de Estados Unidos, Argentina, México y Venezuela.
Estados Unidos, que tradicionalmente aporta el 22% del presupuesto regular, debe 2.700 millones de dólares, consecuencia directa del recorte iniciado por Donald Trump, quien cuestionó duramente el gasto innecesario y la falta de resultados de la ONU. Ahora, un nuevo memorando filtrado desde Washington sugiere que podría suspenderse por completo el financiamiento obligatorio.
Las críticas arrecian: ¿vale la pena seguir financiando un elefante burocrático incapaz de evitar guerras como la de Ucrania? Para muchos, la respuesta es un rotundo no.
Ante el ahogo financiero, el secretario general António Guterres anunció un recorte de 600 millones de dólares, equivalente al 17% del presupuesto operativo. La motosierra incluirá congelación de contrataciones, posibles traslados de personal desde Nueva York a Nairobi y hasta la fusión de agencias para reducir costos.
También se barajan medidas de emergencia para garantizar el funcionamiento mínimo del aparato internacional. Guterres advirtió que si no se resuelve la situación pronto, incluso el presupuesto destinado al mantenimiento de la paz mundial se agotará a mediados de año.
El recorte expone el derrumbe de un organismo que durante décadas se blindó con retórica progresista, pero que hoy no puede justificar su existencia frente a los hechos. La ONU, símbolo de un orden global en decadencia, sucumbe bajo el peso de su propio fracaso.