
Axel Kicillof vuelve a cruzar todos los límites. En una jugada cínica y profundamente irresponsable, el gobernador bonaerense financia una “Marcha Federal por la Salud Pública” impulsada por el grupo ultra K Fuerza Patria, bajo la bandera del Hospital de Niños Garrahan. Paradójicamente, el mismo hospital al que su gestión le adeuda nada menos que $4.135 millones a través de la obra social IOMA.
La operación política, que intenta disfrazarse de reclamo sanitario, tiene como cara visible a Lali Espósito, la cantante devenida en militante rentada que construyó su carrera con el IVA que pagan los alimentos de los más pobres. Lali “Depósito” vuelve al centro de la escena, esta vez para atacar al gobierno nacional, que aumentó en un 240% el financiamiento al Garrahan y subió un 63% los sueldos de los médicos residentes en junio.
Pero eso no es todo. Mientras abandona sus obligaciones con el hospital pediátrico de referencia nacional, Kicillof despilfarra $1.425.944 millones en políticas de género, ministerios fantasma y estructuras militantes que no curan a nadie, pero sí garantizan contratos a dedo.
Hoy, el colmo del cinismo se vio cuando el Hospital Garrahan debió rechazar el ingreso de Julia Mengolini y el equipo de Futurock, que querían ingresar con cámaras para hacer política en los pasillos donde niños y familias enfrentan momentos críticos. Desde el hospital fueron categóricos: “Consideramos fundamental preservar el entorno hospitalario como un espacio de contención, tranquilidad y cuidado”.
Mientras el kirchnerismo marchaba, paraba y agitaba, los médicos del Garrahan realizaban un histórico trasplante de hígado a un niño, convirtiendo al hospital en el primero del país en realizar esta intervención pediátrica de altísima complejidad.
La verdadera salud pública no se grita en una marcha, se defiende trabajando, cumpliendo con los pagos y dejando de usar a los niños enfermos como escenografía para militantes pagos. Y eso, justamente, es lo que Axel Kicillof no está haciendo.