
En una nueva muestra de su ambición desmedida, la condenada Cristina Fernández de Kirchner anunció que será candidata a legisladora provincial por la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires, confirmando así que el kirchnerismo no tiene intención de dar un paso al costado, pese al hartazgo social y a su historial de corrupción.
Condenada en primera instancia por la causa Vialidad, la arquitecta de la decadencia argentina vuelve a la escena política desde el canal militante C5N, donde fue recibida con guantes de seda por el operador oficialista Gustavo Sylvestre. Desde allí lanzó su nueva aventura electoral, intentando reciclar su figura en medio de la debacle del peronismo, que no encuentra rumbo ni liderazgo legítimo.
El anuncio se da en un contexto de fuerte crisis dentro del PJ bonaerense, donde los intendentes tradicionales y los referentes de La Cámpora libran una guerra silenciosa por la conducción del espacio. Lejos de aportar soluciones, la condenada busca seguir manejando los hilos desde las sombras, ahora desde una banca provincial, con el único objetivo de sostener su impunidad y manipular las listas a su antojo.
La tercera sección, bastión histórico del kirchnerismo, ha sido devastada por años de clientelismo, inseguridad y pobreza estructural. Sin embargo, es el lugar que la jefa del modelo de saqueo elige para intentar sobrevivir políticamente. La elección no es casual: se trata del núcleo duro de votantes que aún responde a las estructuras que el kirchnerismo alimentó con subsidios, militancia rentada y punteros territoriales.
Cristina también aprovechó la pantalla para disparar contra la propia gestión de Axel Kicillof, a quien le reprochó el desdoblamiento electoral. Lejos de la unidad que pregona, su discurso expuso la interna feroz que atraviesa al peronismo bonaerense, cada vez más alejado de la realidad y de la gente.
Sus palabras fueron una mezcla de autocompasión, cinismo y manipulación. Intentó justificar su candidatura con un discurso supuestamente “colectivo”, pero dejó claro que su único interés es mantener su cuota de poder. Incluso se comparó con Jorge Capitanich, otro emblema del peronismo decadente, para validar su descenso desde la presidencia a una banca provincial.
La postulación de Cristina representa la negativa absoluta del kirchnerismo a aceptar su derrota histórica. Es la confirmación de que no hay renovación posible en un espacio tomado por personajes que, pese a estar condenados por la Justicia, se niegan a retirarse. La exmandataria condenada no busca representar a los bonaerenses: busca blindarse, conservar fueros y seguir operando detrás del telón.
Mientras la provincia de Buenos Aires sufre los efectos del desgobierno, la inflación y la inseguridad, el peronismo sigue girando alrededor de una figura manchada por la corrupción y el fracaso. Cristina Kirchner, en vez de dar un paso al costado y asumir responsabilidades, vuelve a candidatearse como si nada hubiese pasado. Y lo hace con la complicidad de un aparato político que ha perdido toda conexión con la realidad.