
Este jueves, el gobernador Axel Kicillof y el intendente kirchnerista Julio Alak volverán a usar el espacio público como escenario para una nueva puesta en escena política. Esta vez, será en la reinauguración de Plaza Italia, en pleno centro de La Plata, una obra que consumió más de 2 mil millones de pesos en medio de una crisis económica que golpea sin piedad a los bonaerenses.
El evento, que forma parte del pomposo “Plan de Recuperación del Espacio Público”, es en realidad una excusa para que Kicillof siga en campaña permanente con fondos públicos y para que Alak, que todavía no termina de justificar cómo volvió al poder tras una elección llena de irregularidades, se saque fotos como si estuviera gestionando algo más que maquillaje urbano.
La obra fue financiada con fondos municipales y provinciales, es decir, con el dinero de los platenses y de todos los bonaerenses. Según confirmó el propio ministro de Gobierno, Carlos Bianco, la renovación fue posible gracias a la Tasa de Capitalidad, una herramienta que, lejos de beneficiar a los ciudadanos, se ha convertido en una chequera discrecional al servicio del kirchnerismo platense.
Mientras miles de platenses enfrentan calles rotas, hospitales colapsados y escuelas con infraestructura precaria, el gobierno de Kicillof decide gastar miles de millones en cambiar luminarias y reubicar monumentos en una plaza. El famoso monumento Alla Fratellanza, que fue movido al centro de la plaza, se convirtió en el símbolo de una gestión que prioriza el mármol y el bronce antes que el bienestar de la gente.
Para colmo, en medio del ajuste nacional y con los municipios pidiendo auxilio económico, Kicillof sigue repartiéndose los fondos como si fueran propios. Todo mientras la inseguridad sigue creciendo, el desempleo aprieta y los servicios públicos se siguen deteriorando.
Plaza Italia tendrá un patrullero eléctrico “Tito”, luces nuevas y bancos brillantes, pero eso no disimula el abandono de los barrios alejados del casco urbano ni la falta de respuestas reales a los problemas estructurales de la ciudad. Eso sí: no faltará el acto, los aplausos armados y la presencia de punteros y funcionarios que festejarán como si hubieran hecho una revolución.
La farsa kirchnerista suma una plaza más. Y el pueblo, una factura más que pagar.