
El gobernador kirchnerista Axel Kicillof volvió a mostrar su peor cara. Esta vez, en vez de asumir la responsabilidad por el infierno que viven millones de bonaerenses, se molestó con el presidente Javier Milei… por decir la verdad. El libertario expuso lo que todos los vecinos de la provincia saben y sufren a diario: la provincia de Buenos Aires es un baño de sangre.
Mientras las calles arden y los ciudadanos temen por su vida al salir de sus casas, el gobernador, fiel al estilo kirchnerista, niega la realidad y prefiere atacar al Gobierno nacional por señalar lo obvio. Según Kicillof, “es matemáticamente imposible” que los homicidios bajen a nivel nacional si Buenos Aires fuera realmente un baño de sangre. Un argumento de oficina para una tragedia real.
Vecinos asesinados, comercios saqueados, mujeres violadas, chicos baleados: ¿eso no califica como baño de sangre, gobernador? Las estadísticas manipuladas desde los despachos en La Plata poco tienen que ver con lo que se vive en el conurbano. La inseguridad no es una percepción, es una condena diaria.
En vez de reforzar la seguridad, Kicillof se dedica a criticar a Milei por mostrar los números que él esconde. Dice que el presidente no se ocupa de la seguridad provincial, pero ¿quién es el gobernador? ¿Quién tiene una Policía Bonaerense acuartelada, politizada y sin recursos?
Kicillof también lanzó una frase de marketing barato: “la motosierra no lleva paz a ningún barrio”. Como si las palabras pudieran tapar la sangre que corre en cada rincón del conurbano, mientras su ministra de Seguridad sigue brillando por su inoperancia.
En definitiva, Axel Kicillof no quiere que se hable del baño de sangre que él mismo generó. Pero los bonaerenses no se callan más. Mientras el gobernador sigue en campaña y juega a ser víctima, la gente común paga con miedo y con sangre su ideología decadente y su gestión criminal.