
Este jueves 22 de mayo, la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) volverá a paralizar al país con un nuevo paro nacional y movilización al Ministerio de Economía. Como ya es costumbre, el gremio liderado por Rodolfo Aguiar apuesta por el conflicto permanente, ahora en rechazo a medidas fundamentales para modernizar y eficientizar el Estado.
La excusa de esta vez incluye un listado de reclamos clásicos del sindicalismo estatista: reapertura de paritarias, oposición a la fusión de organismos públicos, y resistencia a los despidos por no aprobar el Sistema de Evaluación Pública (SEP), más conocido como el “examen de idoneidad”. Es decir, ATE se moviliza para defender a quienes no superan pruebas mínimas de competencia laboral.
El mensaje es claro: quieren que el Estado siga siendo un refugio de militantes, ñoquis y empleados sin control ni evaluación. La administración libertaria avanza en una reforma histórica, destinada a reducir el gasto improductivo y terminar con décadas de ineficiencia estructural. Pero para los gremios estatales, acostumbrados a vivir de la teta del Estado, eso es “salvajismo”.
Aguiar, en un tono cada vez más violento, no dudó en alentar el caos social: “El único camino para romper el cepo de las paritarias es alterando la paz social”. Palabras que demuestran el cinismo y la irresponsabilidad de un sindicalismo que se resiste a ceder un milímetro de poder, aunque eso implique perjudicar a millones de argentinos que necesitan servicios públicos eficientes.
ATE también reclama por los “fondos adeudados a las provincias”, ignorando que durante décadas se construyó un sistema clientelar y unitario que benefició a barones del conurbano y punteros aliados al kirchnerismo. El ajuste actual busca poner fin a ese festival de despilfarro.
Mientras el país atraviesa una profunda transformación encabezada por Javier Milei y su equipo económico, los sindicatos insisten en defender privilegios, resistir cambios y sembrar el miedo con discursos incendiarios. Pero los argentinos ya eligieron: quieren un Estado austero, moderno y eficiente, no una estructura inflada al servicio de la política. ATE, una vez más, demuestra estar del lado del atraso.