
Un nuevo episodio de violencia descontrolada sacudió la localidad de Abasto, donde una familia vivió una auténtica pesadilla en manos de una banda criminal que actuó con total impunidad. Fue cerca de la 1.30 de la madrugada del lunes cuando al menos seis delincuentes armados irrumpieron en una vivienda ubicada en la zona de 211 y 523. Gritando “¡alto, Policía!”, irrumpieron a la fuerza, redujeron a los dueños de casa y se llevaron una millonaria suma en efectivo, electrodomésticos, celulares y hasta una camioneta Volkswagen Amarok.
El ataque fue tan violento como planificado: dos delincuentes encapuchados ingresaron primero por la ventana del dormitorio principal, despertando a la pareja a punta de pistola. Acto seguido, otros cuatro sujetos rompieron la puerta principal y entraron con una furia salvaje, arrasando con todo a su paso.
La víctima, un hombre de 40 años, fue brutalmente golpeado y atado a la cama, mientras su pareja fue obligada a entregar los ahorros familiares: nada menos que $6.000.000 y 500 dólares. A pesar de que la mujer obedeció, los delincuentes no se conformaron y aumentaron las amenazas.
Lo más estremecedor del hecho fue el trato a los menores. Los ladrones encerraron a los hijos más chicos en una habitación, mientras que al mayor, un adolescente de 16 años, lo arrastraron por la casa, lo golpearon y lo maniataron en el baño. Desde allí, los chicos escuchaban los gritos, los golpes y cómo los criminales destrozaban todo en su búsqueda de más objetos de valor.
Los delincuentes estuvieron más de 30 minutos dentro de la vivienda y escaparon como si nada en la Amarok de la familia, llevándose también una PlayStation 4, un microondas y cinco celulares. Todo indica que no se trató de un robo al azar: conocían los movimientos de la casa y actuaron con información precisa.
Mientras la Policía ahora revisa cámaras de seguridad de la zona y trata de reconstruir el recorrido de los delincuentes, lo cierto es que este brutal hecho vuelve a exponer la creciente inseguridad que se vive en el Conurbano bonaerense, donde el kirchnerismo brilla por su ausencia y los vecinos quedan a merced de bandas organizadas que operan con total libertad.
Una familia destrozada, chicos traumatizados y una banda prófuga. Otra noche más en la Provincia de Kicillof, donde la única certeza es que el Estado está ausente.