
La desidia municipal sigue cobrándose víctimas en La Plata. Esta vez, dos automovilistas terminaron con sus vehículos seriamente dañados tras caer en un enorme pozo ubicado a metros de la Escuela Anexa de la UNLP, en pleno centro de la ciudad. Un Toyota Corolla sufrió la rotura del paragolpes delantero, mientras que un Volkswagen Gol terminó con una abolladura en su parte lateral delantera. El cráter, que ya lleva meses sin ser reparado, se convirtió en una trampa mortal para quienes transitan por la zona.
Pero el problema no es aislado. En City Bell, los vecinos volvieron a denunciar la existencia de un pozo que directamente “se devora los camiones”. El bache, ubicado en la intersección de las calles 50 entre 117 y 118, ocupa casi la mitad de la calzada y, tras las lluvias, se convierte en un lago invisible que obliga a los conductores a jugarse la vida al volante. “La calle está destruida”, sentenciaron indignados los frentistas, quienes aseguran haber presentado múltiples reclamos sin recibir una sola respuesta de la gestión de Julio Alak.
Mientras los platenses esquivan cráteres como si estuvieran en un campo minado, el intendente Alak derrocha millones en cambiar baldosas perfectamente funcionales de la Plaza San Martín. Un gasto innecesario y puramente estético, que demuestra cuáles son las verdaderas prioridades del kirchnerismo en la ciudad: maquillaje superficial y abandono total de los servicios básicos.
Días atrás, el coordinador de La Libertad Avanza en La Plata, Matías de Urraza, advirtió con crudeza sobre esta situación: “El 70% del asfalto de la ciudad está vencido”. Y no se equivocaba. Cada pozo sin tapar es un símbolo del fracaso de la vieja política, esa que prefiere gastar en cemento ornamental antes que garantizar calles seguras.
La gestión de Alak ya acumula un récord de pozos, roturas y accidentes, mientras los platenses se sienten cada vez más abandonados.