
El ideólogo del nefasto “Gran Reinicio” deja su puesto tras décadas de promover la agenda globalista y antinacional.
Klaus Schwab, el fundador y hasta ahora presidente del Foro Económico Mundial (WEF), finalmente renunció a su cargo tras décadas al frente de la organización que lideró los esfuerzos del progresismo internacional por rediseñar el mundo a espaldas de los ciudadanos.
A sus 87 años, Schwab comunicó que deja la presidencia del consejo de administración del WEF, decisión que fue aceptada formalmente en una reunión extraordinaria celebrada el pasado 20 de abril. Su lugar será ocupado interinamente por el vicepresidente Peter Brabeck-Letmathe, mientras se define a su sucesor.
Conocido por sus discursos vacíos sobre “inclusión”, “sostenibilidad” y “justicia social”, Schwab fue el principal impulsor de la agenda globalista que buscó avanzar sobre la soberanía de los países bajo el disfraz de buenas intenciones. Desde su fundación en 1971, el Foro de Davos se convirtió en la meca del elitismo político y corporativo que conspira desde los Alpes suizos contra las libertades individuales y los intereses de las naciones.
Su propuesta más polémica fue el infame “Gran Reinicio”, una iniciativa que bajo la excusa de la pandemia de COVID-19 pretendía imponer un modelo económico “verde y resiliente”, pero que en la práctica buscaba mayor control estatal, pérdida de soberanías y expansión del poder de las grandes corporaciones alineadas al globalismo.
A pesar de que el WEF insiste en presentarse como una “plataforma neutral”, cada año concentra en Davos a los mismos actores que vienen fracasando en ofrecer soluciones reales a los problemas de la gente. Mientras promueven el miedo climático, la censura en redes sociales y el avance de regulaciones autoritarias, se llenan los bolsillos con negocios multimillonarios.
Referentes como Elon Musk han criticado abiertamente a Schwab, al que calificó como un aspirante a “emperador del mundo”. Y no es para menos: su figura se convirtió en sinónimo de una élite desconectada de la realidad, obsesionada con moldear la vida de millones sin ningún tipo de legitimidad democrática.
Con su salida, se cierra una etapa del Foro de Davos. Pero la amenaza del globalismo sigue viva, y su reemplazo probablemente no cambiará el rumbo. La batalla por la libertad recién empieza.