
En un giro inesperado de la política nacional, se ha desvelado un acuerdo entre sectores que, a primera vista, parecían ir en direcciones opuestas. Según diversas informaciones, el expresidente Mauricio Macri habría logrado que 11 senadores, entre ellos Martín Lousteau, se abstuvieran en la votación de la iniciativa Ficha Limpia, lo que resultó en la caída de la sesión. A cambio, la expresidenta Cristina Kirchner habría maniobrado para que se rechazaran los pliegos que proponían la designación de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para la Corte Suprema.
La estrategia pactada apunta a desmantelar dos iniciativas clave: por un lado, Ficha Limpia, y por el otro, la designación de los jueces propuestos por el gobierno de Alberto Ángel, que, según algunos sectores, podrían haber vulnerado ciertos controles y favorecido intereses particulares. En declaraciones recientes, el presidente Javier Milei criticó a sus opositores por acusarlo de tener pactos de impunidad con Cristina, sugiriendo que, en realidad, el acuerdo habría sido entre Macri y la líder kirchnerista para proteger sus propios intereses penales.
Este acuerdo, que ha sido calificado como un “pacto de impunidad”, evidencia una alianza poco esperada entre lo que tradicionalmente se ha considerado el “pro” y el kirchnerismo. Mientras Macri habría maniobrado para lograr que la ausencia de sus aliados en el Senado contribuyera a la caída de la votación, Cristina habría garantizado que los pliegos de Lijo y García-Mansilla también fueran rechazados. Con ello, se preserva un statu quo que beneficia a ambos bandos, dejando en claro que, a veces, los intereses políticos pueden superar las barreras ideológicas.
El acuerdo ha generado un fuerte debate en el ambiente político y en la opinión pública, planteando preguntas sobre las líneas divisorias tradicionales y la posibilidad de alianzas insospechadas entre figuras históricamente opuestas. Mientras tanto, la Cámara de Senadores ya ha rechazado los pliegos para la Corte Suprema, evidenciando el alcance y la repercusión de este pacto.
Este episodio marca una nueva etapa en la política nacional, donde los antiguos rivales ahora comparten estrategias en un tablero donde la búsqueda de la impunidad y la protección de intereses políticos parecen ser el denominador común.
La alianza de los colores: amarillo y celeste, símbolos de un acuerdo que desafía las convenciones políticas tradicionales, y que podría reconfigurar el panorama del poder en el país.