El Gobierno de Donald Trump ha decidido poner fin a décadas de impunidad en Argentina, sancionando a la expresidente Cristina Kirchner y a su exministro de Planificación, Julio de Vido, por su participación en escandalosas tramas de corrupción. Según declaró el secretario de Estado, Marco Rubio, “ambos abusaron de sus cargos al orquestar y beneficiarse de múltiples esquemas de soborno relacionados con contratos de obras públicas, robando millones de dólares al erario argentino”.

La medida, anunciada a través de la cuenta oficial de X, no solo impone la prohibición de ingreso a Estados Unidos para los implicados, sino que también extiende las sanciones a sus familiares directos, incluyendo al diputado nacional Máximo Kirchner, a su hermana Florencia, y a Alessandra Minnicelli, esposa de De Vido. Este contundente mensaje busca cortar de raíz la red de corrupción que, según múltiples tribunales, ha socavado la confianza del pueblo argentino y desviado recursos que deberían haber impulsado el desarrollo del país.
La noticia llega en un contexto en el que la política argentina vive una profunda crisis de credibilidad y transparencia. La administración Trump, haciendo uso de la Sección 7031(c) de la Ley de Asignaciones para Operaciones Extranjeras y Programas Relacionados del Departamento de Estado de 2024, ha demostrado que nadie está por encima de la ley. Con esta acción, Estados Unidos reafirma su compromiso de luchar contra la corrupción a nivel mundial y enviar un mensaje claro a los funcionarios corruptos.
La respuesta en redes sociales no se hizo esperar. El presidente Javier Milei, siempre crítico con el establishment, comentó irónicamente en su cuenta de X: “CHE Cristina…”, acompañando su mensaje con la declaración oficial de Marco Rubio. Este episodio se suma a una larga lista de controversias que han marcado la carrera política de Kirchner, resaltando cómo la corrupción sistemática puede costar caro, incluso a figuras de alto nivel.
En un país sediento de justicia, estas sanciones son vistas como el primer paso para restaurar la integridad y la transparencia en la política argentina. La acción de Estados Unidos no solo señala un precedente internacional, sino que también envía un mensaje de firmeza: la corrupción, en cualquiera de sus formas, no será tolerada.